Cuando se tiene mucho tiempo viendo una serie o te has involucrado mucho con algunos personajes de una película o un libro, verlos al borde la muerte duele. Mucho más cuando ellos mismos no desean vivir.
Ver al Dr. House cuestionando su existencia, vale la pena, verlo darle un nuevo valor a la vida hace que cualquier espectador les perdone la debilidad de un guión que nunca explico que hacia el tipo en un edificio abandonado e incendiado; excepto que ya el tipo había pensado fingir su muerte, pero lo dudo. Y es una lastima, porque la historia se siente algo forzada, como la introducción del cáncer de Wilson y en este caso el del paciente adicto a la heroína que uno no tiene ni idea porque esta muerto junto a House en el edificio.
La verdad es que dieron un cierre apropiado, pero no llenaron los baches ni explicaron lo suficiente para que el capitulo fluyera como debe hacerlo cualquier episodio de la serie. Pudo ser algo grandiosos y se quedo en algo simplemente bueno.
Y lo que considero importante: lo dejaron vivir y le dieron la oportunidad de comenzar una nueva vida. Porque la vida siempre continua, hay que dejar lugar a la nueva generación y a veces dar un cambio.
Después de 8 años de sarcasmo, de burlas y algo que en mi país llamamos coño de madradas no habrá más House y se le extrañara por ser el primer medico en televisión norteamericana en ser “malo”, engreído y muy bueno en su trabajo. David Shore dijo una vez que doctores como House no existen, pero le aseguro que en Latinoamérica hay muchos de esos.
Y a pesar de las altas y bajas. ¡House, no te olvidaremos! ¡Serás otra serie de culto!